En Santiago del Estero, la confrontación entre los campesinos que han habitado las tierras por generaciones y los terratenientes y empresarios que dicen ser sus dueños, se produce desde principios de siglo XX a partir de la explotación forestal del quebracho colorado. De la apropiación inglesa del tanino se ha pasado a la soja, principal producto de exportación de la región y centro de intereses de poderosas compañías, que quieren controlar la tierra, el agua y modificar a su gusto la conformación genética de los alimentos que consumimos. El Movimiento cuenta con más de 15 años de historia, integra Áreas de Formación, Salud, Comunicación, Tierra y Derechos Humanos y Producción- Comercialización.  

¿QUE ES LA PASANTIA AL MOCASE?
Desde el año 2002, militantes de todo el país y el exterior y estudiantes de agronomía, veterinaria, medicina, antropología, sociología, antropología, letras, comunicación social, etc. realizan una visita de unos 10 días a las comunidades campesinas del MoCaSE. Una compañera de DocSur que viajó el año pasado nos transmitió la experiencia vivida. Creemos que es la mejor manera de contar las pasantías:

“El viaje empezó antes de armar las mochilas. En las reuniones previas con el grupo coordinador se percibía algo de eso que tiñe los espacios cooperativos que algunos tenemos la suerte de transitar. Expectativas plasmadas en papeles, caras de entusiasmo y curso rápido de chacarera en una especie de ensalada de estudiantes de diversas carreras con un objetivo en común: conocer la lucha desde adentro en Santiago. ¿Qué vamos a hacer al MoCaSE? inquietaba a quienes conformamos DocSUR. Desde lo personal, hubo un antes y un después donde el viaje. Me marcó. Bajar del micro implicó sellar en nuestras retinas la cara de un personaje que solo podremos relacionar en adelante con el MoCaSE. Filtro nos saludó con un apretón de manos bautizando a toda la humanidad con una simple diferencia: somos todos de aquí en más para él, Milímetros y Milimetras. Llegábamos un montón de invasores: una locura imaginaría cualquiera. Pero no. Una paz incalculable emanaba de aquel predio con construcciones humildes. Así creo haber vivido el movimiento: algo formado desde la humildad y la sinceridad de cada uno, algo tan sencillo como personas que viven cotidianamente en una fraternidad atenta y paciente. Los días en la central de Quimilí fueron todos caracterizados por un HACER JUNTO A OTROS constante. Y un PENSAR JUNTO A OTROS llevando al límite las capacidades de reflexión con una naturalidad que haría temblar a cualquier docente de EGB de rabia. Era tan agradable compartir experiencias de esa manera, que no importaba estar cansados a la hora de cocinar o limpiar los baños. Dinámica para decidir quiénes van a cada central, dinámica para la mística... ¿La Mística? ¿Y eso? Y eso aún trato de ponerlo en palabras y me cuesta...  Hubo varias místicas en la central de Quimilí y a medida que se fueron sucediendo, intentar de conceptualizarlas se volvía más inútil. Ahora se me ocurre decir que eran momentos donde uno se conecta con su interior y nacía entonces una especie de interioridad colectiva. Donde los sentidos y las sensaciones hacen de lo conceptual y tangible algo vano. Donde aquello que llamamos alma queda al descubierto y se huele ese espíritu guerrero en cada uno de los que comparten el momento. Un momento logrado por cosas tan tangibles y cotidianas como el sonido, la música, un texto, o la simple disposición de los cuerpos”